domingo, 28 de septiembre de 2014

PARA COMERTE MEJOR...EL TEMA DE LA VORACIDAD EN LOS CUENTOS TRADICIONALES por Estela Quiroga







  “ Para desarrollar al máximo sus cualidades de alivio, sus significados simbólicos y, por encima de todo, sus significados interpersonales, es preferible contar un cuento antes que leerlo. Sí así se hace, el lector debe vincularse emocionalmente, tanto con la historia como con el niño, sintonizando empáticamente con lo que la historia puede significar para el pequeño. Narrar cuentos es mejor que leerlos porque permite una mayor flexibilidad.”
                           Bethelheim; Bruno, Psicoanálisis de los cuentos de Hadas




 Como muchas veces les he dicho en clase, los cuentos de hadas suelen plantear, de modo breve y conciso, un problema existencial. Esto permite al niño atacar los problemas en su forma esencial, cuando una trama compleja le haga confundir las cosas, el cuento de hadas es capaz de  simplificar cualquier situación.
   En efecto, pensemos que  los personajes están muy bien definidos. Todas las figuras son típicas en vez de ser únicas.
   Contrariamente a lo que sucede en las modernas historias infantiles, en los cuentos de hadas el mal está omnipresente, al igual que el bien.
    Prácticamente en todos estos cuentos, tanto el bien como el mal toman cuerpo y vida en determinados personajes y en sus acciones, del mismo modo que están omnipresentes en la vida real.
 En la mayoría de los cuentos, el usurpador consigue, durante algún tiempo, arrebatar el puesto que, legítimamente, corresponde al héroe, como hacen las perversas hermanas de «Cenicienta». Sin embargo, el hecho de que el malvado sea castigado al terminar la historia proporciona un enorme alivio, claro que en los cuentos de hadas como en la vida real, el castigo, o el temor al castigo, sólo
evita el crimen de modo relativo. Lo más fuerte es que los pequeños lectores se sienten muy identificados con el héroe o la heroína de estos cuentos.  Un niño pequeño necesita este tipo de personajes,  vale decir, nada de ambivalencias.
Al presentar al niño caracteres totalmente opuestos, se le ayuda a comprender más fácilmente la diferencia entre ambos, cosa que no podría realizar si dichos personajes representaran fielmente la vida real, con todas las complejidades que caracterizan a los seres reales. Las ambigüedades no deben plantearse hasta que no se haya establecido una personalidad relativamente firme sobre la base de identificaciones positivas. En este momento el niño tiene ya una base que le permite comprender que existen grandes diferencias entre la gente, y que, por este mismo motivo, está obligado a elegir qué tipo de persona quiere ser. Además, las elecciones de un niño se basan más en quién provoca sus simpatías o su antipatía que en lo que está bien o está mal. Cuanto más simple y honrado es un personaje, más fácil le resulta al niño identificarse con él y rechazar al malo. El niño no se identifica con el héroe bueno por su bondad, sino porque la condición de héroe le atrae profunda y positivamente. Para el niño la pregunta no es «¿quiero ser bueno?», sino «¿a quién quiero parecerme?». Decide esto al proyectarse a sí mismo nada menos que en uno de los protagonistas.
CUANDO DE CAPERUCITA ROJA SE TRATA…
       Una niña pequeña, encantadora e «inocente», devorada por un lobo es una imagen que se graba en la mente de manera indeleble. En «Hansel y Gretel», la bruja planeaba comerse a los niños; pero en «Caperucita Roja», el lobo engulle realmente a la abuela y a la niña. Como ocurre con la mayoría de los cuentos de hadas, existen múltiples versiones de «Caperucita Roja». La más famosa es la de los Hermanos Grimm, en la que la abuela y Caperucita resucitan y el lobo recibe el castigo que se merece.
Pero ustedes también tuvieron la oportunidad de leer la versión de Charles  Perrault, que fue publicada un siglo antes que la de los Grimm,
El relato de Perrault comienza como todas las otras versiones, contando que la abuela había hecho una caperucita roja para su nieta y por eso se la conocía con ese nombre. Un día, su madre mandó a Caperucita a llevar comida para la abuela, que estaba enferma. La niña tenía que atravesar el bosque, donde se encontró con el lobo. Éste no se atrevió a comérsela entonces porque el bosque estaba lleno de leñadores, así que preguntó a Caperucita a dónde iba y ella se lo comenta con lujo de detalles. El lobo llegó a casa de la abuela fingiendo ser Caperucita y se comió a la anciana. En la historia de Perrault, el lobo no se disfraza de abuela, sino que simplemente se acuesta en su cama. Cuando llegó Caperucita, el lobo le pidió que se metiera en la cama con él. Ella se desnudó, se introdujo en el lecho y, entonces, sorprendida al ver a su abuela sin ropas, exclamó, «¡abuelita,qué brazos más grandes tienes!» a lo que el lobo respondió, «¡para abrazarte mejor!». A continuación dijo Caperucita, «¡abuelita, qué piernas más largas tienes!» y el lobo contestó, «¡para correr mejor!». Este breve diálogo, que no encontramos en la versión de los Hermanos Grimm, va seguido de la famosa serie de preguntas acerca de las orejas, los ojos y los dientes de la abuela, hasta llegar a la última respuesta del lobo, «¡para comerte mejor!», «y, al pronunciar estas palabras, el lobo malvado se arrojó sobre Caperucita Roja y se la comió». Muchas versiones terminan al llegar a este punto, pero la versión original de Perrault continúa con un breve poema en el que se plantea la moraleja que debe extraerse de la historia: que las muchachas no deben hacer caso del primero que se les acerque. Si lo hacen, no es de extrañar que el lobo las atrape y se las coma. En cuanto a los lobos, podemos encontrarlos de diversas especies: entre ellos, los más amables son los más peligrosos,especialmente los que siguen a las jovencitas por la calle, incluso hasta su casa. Perrault pretendía hacer algo más que entretener a los que leyeran sus relatos, quería enseñarles una lección moral muy concreta en cada uno de ellos. Por eso es comprensible que los modificara para conseguir su objetivo. Como ustedes seguramente estarán pensndo esto es una LITERATURA DIDÁCTICA y por lo tanto los textos de este recopilador francés pierden atractivo. porque está muy claro que el lobo no es un animal de presa sino una metáfora, y esto no deja apenas nada a la imaginación del oyente. Estas simplificaciones y una moraleja planteada directamente convierten a este posible cuento de hadas en un cuento con moraleja que revela hasta el más mínimo detalle. De esta manera, la imaginación del que escucha la historia no puede actuar atribuyéndole un significado personal. Aferrado a una interpretación racionalista del objetivo del cuento, Perrault  procura dejarlo todo bien claro. Por ejemplo, cuando la niña se desnuda y se mete en la cama con el lobo y éste le dice que sus grandes brazos son para abrazarla mejor, la imaginación no puede añadir nada más. Podemos pensar que Caperucita es tonta o bien que quiere que la seduzcan porque, en respuesta a esta seducción tan evidente y directa, no hace ningún movimiento para escapar ni para oponerse a ello.
. En cualquier caso, no es un personaje con el que uno quiera identificarse. Con todos estos detalles, Caperucita Roja pasa de ser una muchacha ingenua y atractiva, a la que se convence de que no haga caso de las advertencias de la madre y de que disfrute con lo que ella cree conscientemente que son juegos inocentes, a ser poco más que una mujer que ha perdido la honra. Si se detalla el significado que el cuento tiene para el niño, aquél pierde su valor; y Perrault va aún más lejos, elabora este significado. Los verdaderos cuentos de hadas tienen significado a distintos niveles; sólo el niño puede saber cuáles son importantes para él en un momento dado. Al ir madurando, el niño descubre nuevos aspectos de estos cuentos populares y esto le confirma la idea de que ha llegado a una comprensión más madura, puesto que la misma historia le revela ahora mucho más que antes. Esto sólo puede suceder si no se le dice al niño, de manera didáctica, lo que se supone que transmite la historia, es decir, sólo cuando el niño descubre espontánea e intuitivamente los significados de un cuento que hasta entonces habían permanecido ocultos.
Recordemos que los Grimm hacen dos versiones distintas de esta historia.  Sería bueno traer en este punto un cuento que ya analizamos Hansel y Gretel, ya que ambas historias tienen cosas en común, veamos.  En ambos cuentos, la casa del bosque y el hogar paterno son una misma cosa, pero experimentados de manera muy diferente debido a un cambio en la situación psicológica. En su propia casa, Caperucita, protegida por sus padres, es la muchacha sin problemas, que se encuentra en la pubertad y que puede salir fácilmente adelante. En casa de la abuela, que está enferma, la misma muchacha se ve indefensa e incapaz de evitar las consecuencias de su encuentro con el lobo.«Hansel y Gretel», aferrados a su fijación oral, no piensan más que en comerse la casa que representa simbólicamente a la madre malvada que los ha abandonado (les ha obligado a marcharse de casa), y no dudan en arrojar a la bruja a las llamas como si se tratara de comida. Caperucita, que ha superado ya su fijación oral, no tiene deseos orales destructivos.

 Psicológicamente, es enorme la distancia entre la fijación oral, transformada simbólicamente en canibalismo, que es el tema central de «Hansel y Gretel», y la manera en que Caperucita castiga al lobo. El lobo de «Caperucita» es el seductor; no obstante, en lo que se refiere al contenido manifiesto de la historia, el lobo no hace más que lo que parece natural, es decir, come para alimentarse. Y, por otra parte, también es normal que un hombre mate a un lobo, aunque el método usado en este cuento no es frecuente.
La casa de Caperucita no carece de nada, y ella, puesto que ha pasado ya por la ansiedad oral, lo comparte gustosamente con la abuela, llevándole comida. Para Caperucita, el mundo que está más allá del hogar paterno no resulta un peligro amenazante a través del cual un niño no pueda abrirse paso. Fuera de su casa hay un camino seguro, del que su madre le advierte que no debe apartarse.
Mientras que Hansel y Gretel han de ser impulsados a salir fuera de casa, Caperucita lo hace voluntariamente. No le asusta el mundo externo pero reconoce lo atractivo que puede ser para ella. Y en esto, precisamente, radica el peligro. Si el mundo externo, más allá del hogar y de las tareas cotidianas, resulta demasiado seductor, puede inducir a actuar de nuevo según el principio del placer —lo cual, suponemos, ha evitado Caperucita gracias a lo que sus padres le han enseñado en favor del principio de la realidad—, y así pueden presentarse encuentros que lleven incluso a la destrucción.
Esta incertidumbre entre principio de la realidad y principio del placer se afirma explícitamente cuando el lobo dice a Caperucita: «Mira qué flores más bonitas hay por aquí. ¿Por qué no te fijas en las cosas bellas que hay a tu alrededor? Me parece que ni siquiera oyes los pajaritos que cantan. Pareces absorta y preocupada, como si te dirigieras a la escuela; en cambio, todo lo que te rodea es hermoso y alegre». La madre de Caperucita ya había advertido a su hija de este conflicto entre hacer lo que a uno le gusta y lo que uno debe hacer, al decirle: «No te apartes del camino principal... Y cuando llegues a casa de la abuela no te olvides de darle los "buenos días" y no empieces a curiosear por todos los rincones».

Así pues, la madre es consciente de la tendencia de Caperucita a apartarse del camino señalado y a espiar en los rincones para descubrir los secretos de los adultos. Observamos la idea de que «Caperucita Roja» trata de la ambivalencia infantil acerca de si vivir de acuerdo con el principio de la realidad o con el principio del placer en el hecho de que Caperucita deja de coger flores sólo «cuando había reunido ya tantas que no podía llevarlas». En ese momento, Caperucita «se acordó una vez más de la abuela y se dirigió a su casa». Es decir, el ello sólo cede en su afán de buscar el placer cuando el recoger flores deja de ser atractivo, y entonces escuando Caperucita se da cuenta de sus obligaciones.
Caperucita es más madura que Hansel y Gretel por la actitud de duda ante las cosas que se encuentra por el mundo. Hansel y Gretel no se preguntan nada acerca de la casita de turrón ni investigan lo que hace la bruja. En cambio, Caperucita desea averiguarlo todo, cosa que vemos en la advertencia de su madre respecto a sus ganas de curiosear. Se da cuenta de que algo anda mal cuando ve que la abuela «tiene un aspecto extraño», pero el lobo, disfrazado, consigue engañarla. Caperucita Roja intenta comprender qué sucede cuando le pregunta a la abuela acerca de sus grandes orejas, cuando se fija en los grandes ojos y se sorprende ante las manos y la horrible boca. En este punto aparece una enumeración de los cuatro sentidos: oído, vista, tacto y gusto; el niño que ha llegado a la pubertad se sirve de ellos para entender el mundo que le rodea. «Caperucita Roja», de forma simbólica, proyecta a la niña hacia los peligros de sus conflictos edípicos durante la pubertad y, luego, la libera de ellos, de manera que puede madurar libre de problemas. Los personajes maternos de la madre y la bruja, que eran tan importantes en «Hansel y Gretel», son insignificantes  en «Caperucita», donde ni la madre ni la abuela pueden hacer nada: ni siquiera amenazar o proteger. En cambio, el personaje masculino es mucho más importante y está disociado en dos formas completamente opuestas: el seductor peligroso que, si se cede a sus deseos, se convierte en el destructor de la niña; y el personaje del padre, cazador, fuerte y responsable.
Es como si Caperucita intentara comprender la naturaleza contradictoria del personaje masculino al experimentar todos los aspectos de su personalidad: las tendencias egoístas, asociales, violentas y potencialmente destructivas del ello (el lobo) y los impulsos generosos, sociales, reflexivos y protectores del yo (el cazador).Caperucita Roja gusta en todo el mundo porque, a pesar de ser una persona virtuosa, cede también a las tentaciones; y porque su destino nos indica que el confiar en las buenas intenciones de las personas, que parece lo ideal, es arriesgarnos a un montón de trampas.
Tanto el título como el nombre de la niña, «Caperucita Roja», ponen énfasis en el color rojo que exhibe abiertamente. Rojo es el color que simboliza las emociones violentas, sobre todo las de tipo sexual. Las ropas rojas que la abuela regala a Caperucita se pueden considerar, entonces, como símbolo de una transferencia prematura de atractivo sexual, lo que se acentúa por el hecho de que la abuela está enferma y es una anciana, incluso demasiado débil para abrir la puerta. El nombre de «Caperucita Roja» da fe de la importancia clave de este rasgo de la heroína de la historia. Sugiere que no sólo la caperuza es pequeña sino también la muchacha. Es demasiado pequeña, no para llevar la caperucita,
sino para conseguir lo que estas ropas simbolizan y lo que el llevarlas significa. El peligro de Caperucita es su sexualidad incipiente, para la que no está todavía emocionalmente madura. La persona que, desde el punto de vista psicológico, está preparada para tener experiencias sexuales puede dominarlas y madurar gracias a ellas. Pero una sexualidad prematura es una experiencia
regresiva que estimula todos nuestros aspectos primitivos. La persona poco madura y no preparada todavía para el sexo y que sufre una experiencia que provoca intensos impulsos de tipo sexual, retrocede hasta llegar a un modo edípico de enfrentarse a ellos. La única manera de superar el sexo, según esta persona, es
el librarse de los rivales con más experiencia, cosa que vemos cuando Caperucita le da instrucciones concretas al lobo para llegar a casa de la abuela. Sin embargo, con ello, se ponen en evidencia asimismo sus sentimientos ambivalentes.
Cuando manda al lobo a casa de la abuela, actúa como si le dijera: «Déjame sola; ve con la abuela que es una mujer madura; ella podrá hacer frente a lo que tú representas. Yo no».
Esta lucha entre el deseo consciente de actuar correctamente y el

anhelo inconsciente de vencer a su abuela (madre) es lo que nos provoca nuestra reacción de cariño frente a la muchacha y lo que la hace parecer un personaje tan extremadamente humano. De la misma manera que nosotros, cuando éramos niños, nos encontrábamos prisioneros de ambivalencias internas que no podíamos dominar, a pesar de nuestros esfuerzos, también Caperucita intenta traspasar el problema a otra persona: a alguien de más edad, a un progenitor o a un padre sustituto. No obstante, este intento de huir de una situación amenazante lleva casi
hasta la propia destrucción.
Pero recordemos que  los Hermanos Grimm presentan una variación importante de «Caperucita Roja» que contiene, esencialmente, un elemento añadido a la historia original. En esta versión, cuando Caperucita lleva de nuevo unos pasteles a la abuela, otro lobo intenta apartarla del camino directo (de
la virtud). Esta vez, la niña corre hasta la abuela, se lo cuenta todo y ambas atrancan la puerta, con lo que el lobo no consigue entrar. Al final, éste resbala por el tejado y cae a una balsa llena de agua donde se ahoga de inmediato. La historia  termina así: «Finalmente, Caperucita Roja volvió feliz y contenta a su casa, y nadie le hizo daño alguno».
Esta versión elabora lo que siente el que escucha el relato, es decir, que, después de una mala experiencia, la muchacha se da cuenta de que no está madura en absoluto para enfrentarse al lobo (seductor), y que está preparada, en cambio, para establecer un efectivo vínculo de trabajo con su madre. Esto se expresa simbólicamente por el hecho de que corra a casa de la abuela tan pronto como el peligro la amenaza, en lugar de actuar  como la primeravez que se encontró con el lobo. Caperucita trabaja con su madre (abuela) y sigue su consejo —más tarde la abuela le dice que llene una balsa con agua en la que previamente habían hervido salchichas, y cuyo olor atrae al lobo que cae en ella—, con lo que ambas vencen fácilmente al lobo. Así pues, el niño necesita establecer un vínculo sólido de trabajo con el progenitor del mismo sexo, de manera que a través de la identificación con él, y del aprendizaje consciente que le proporciona, el niño llega con éxito a ser un adulto.
Los cuentos de hadas hablan a nuestro consciente y a nuestro
inconsciente; por lo que no necesitan evitar las contradicciones, ya que éstas coexisten fácilmente en el inconsciente. A un nivel de significado bastante diferente, la desgracia que sobreviene a la abuela puede verse bajo una perspectiva distinta.
El que escucha la historia se pregunta con razón por qué el lobo no se come a Caperucita en cuanto se encuentra con ella, es decir, a la primera oportunidad. Como es típico en Perrault, nos ofrece una explicación que parece bastante racional: el lobo lo hubiera hecho si no hubiese tenido miedo de algunos leñadores que merodeaban por los alrededores. Puesto que en la historia de Perrault el lobo es un seductor, es lógico que un hombre maduro tenga reparos en seducir a una muchacha ante los ojos de otros hombres.
Las cosas son muy distintas en el cuento de los Hermanos Grimm, en el que se nos da a entender que la voracidad excesiva del lobo explica el aplazamiento de su satisfacción oral. «El lobo se dijo, "qué gordita está esta niña, y qué tierna debe ser; estará mucho más rica que la anciana: tengo que actuar con tiento a ver
si me las como a las dos".» No obstante, esta explicación no es lógica, puesto que el lobo hubiese podido encargarse de Caperucita allí mismo y después engañar a la abuela, tal como sucedió efectivamente en la historia. La conducta del lobo empieza a tener sentido en la versión de los Hermanos Grimm si suponemos que, para conseguir a Caperucita, el lobo tenía que eliminar primero a la abuela. Mientras la madre (abuela) esté presente, Caperucita no será suya.

El cazador es un personaje muy atractivo, tanto para los niños como para las niñas, puesto que salva al bueno y castiga al malo. Todos los niños encuentran dificultades en seguir siempre el principio de la realidad, y reconocen fácilmente en las figuras opuestas, el lobo y el cazador, el conflicto entre los aspectos del ello y del yo/super-yo de su propia personalidad. En la acción del cazador, la violencia
(abrir la barriga) se pone al servicio de un objetivo social valioso (salvar a las dos mujeres). El niño tiene la sensación de que nadie se da cuenta de que sus tendencias violentas pueden ser, al mismo tiempo, constructivas  pero la historia le
demuestra que pueden serlo. Caperucita Roja sale del estómago del lobo de manera semejante a una cesárea, con lo que se insinúa la idea del embarazo y del nacimiento. Con ello se evocan asociaciones de las relaciones sexuales en el inconsciente del niño. ¿Cómo entra el feto en el útero de la madre?, se pregunta el niño, y decide que algo así sólo es posible después de habérselo tragado, como pasa con el lobo.
Hay otra buena razón para que el lobo no muera al cortársele la barriga y
liberar a las personas que había devorado. El cuento protege al niño

de una ansiedad innecesaria. Si el lobo muriera al abrirle la barriga, como en una operación de cesárea, los que escuchan la historia temerían que un niño que sale del cuerpo de su madre va a causarle la muerte. Pero si el lobo sobrevive, y muere
porque se le llena de piedras, no hay razón alguna para temer el alumbramiento.
Caperucita y su abuela no mueren realmente sino que vuelven a nacer. Si se quisiera encontrar un tema central para la gran variedad de cuentos, sería probablemente el de renacer en un plano superior. Los niños (y también los adultos) deben ser capaces de creer que se puede llegar a una forma superior de existencia, superando los pasos que se requieren para este desarrollo. Los cuentos que afirman que esto no sólo es posible, sino además probable, atraen poderosamente la atención de los niños porque combaten el miedo de que perderán demasiadas cosas durante este proceso.  Caperucita Roja es más feliz después de su salvación y Hansel y Gretel son más ricos cuando vuelven a casa.
Actualmente, muchos adultos tienden a tomar al pie de la letra lo que se dice en los cuentos, mientras que debe considerarse como representaciones simbólicas de experiencias decisivas en la vida. El niño lo capta por intuición, aunque no lo «sabe» explícitamente. La confianza que un adulto le proporciona a un niño al contarle que Caperucita no muere realmente cuando el lobo la devora, es experimentada por el pequeño como una simple manera de decirlo.

No sólo en «Caperucita Roja», sino a lo largo de toda la literatura de los cuentos de hadas, la muerte del héroe —distinta de la muerte a una edad avanzada después de vivir satisfactoriamente— simboliza su fracaso. La muerte del que no ha conseguido algo —por ejemplo de los que intentaron llegar hasta la Bella Durmiente y perecieron en los espinos— es un símbolo de que esa persona no está maduratodavía para llevar a cabo la empresa exigida que sin pensarlo (prematuramente) intentó realizar. Dichas personas deben sufrir experiencias posteriores que les den los medios para poder triunfar. Los predecesores del héroe que mueren en los cuentos de hadas no son más que las encarnaciones anteriores e inmaduras del propio héroe. Tras sentirse protegida en la oscuridad interna (dentro del lobo),Caperucita está preparada para apreciar una


nueva luz, una mayor comprensión de las experiencias emocionales, que debe dominar y de las que tiene que evitar porque la perturban. A través de las historias del tipo de «Caperucita Roja», el niño empieza a entender —por lo menos a nivel preconsciente— que sólo las experiencias que nos perturban originan en nosotros sentimientos internos correspondientes, contra los que nada podemos hacer. Una vez que los hayamos dominado, no tendremos por qué temer el encuentro con el lobo.
Hasta aquí el análisis de este cuento según la lectura del texto “Psicoanálisis  de los cuentos de Hadas” de todos modos les recomiendo leer el texto original que tienen en la bibliografía




viernes, 27 de marzo de 2009

¡¡¡¡¡FELIZ CUMPLE CRISTIAN!!!!!



Mañana no es un día más. Es tu cumpleaños. Cuando cada uno de nosotros celebramos nuestro aniversario es una fecha muy especial. Porque cada ser humano es único e irrepetible.
Vos, querido Cristian, estás haciendo un enorme esfuerzo para salir adelante en una época y en una sociedad que no parece ser demasiado amable
Lamentablemente, hoy por hoy estás inserto en un contexto que se caracteriza por la falta de oportunidades, sin embargo te recomiendo que nunca pierdas tu sonrisa y tu alegría, en verdad es fundamental que te armes de una gran cuota de optimismo
Sin duda, la falta de oportunidades genera una enorme violencia pero tenés que estar preparado a vencer esa falta y a compensarla con tus ganas, con tu voluntad y con tu deseo de SER ALGUIEN
Sabés, cuando yo tenía tu edad tuve oportunidad de luchar por mis ideales y muchos de mis compañeros murieron, desaparecieron, creeme que no fue nada sencillo pero la vida es maravillosa y está ahí y VALE LA PENA LUCHAR, una lucha sencilla y de todos los días…una lucha que nos lleve a HACER, a COMPROMETERNOS, a CRECER, a ser LIBRES y RESPONSABLES, de eso se trata que no es poco..
Estás en carrera, no te detengas una larga carretera te espera…
Que tengas un día maravilloso, sinceramente tu profe,
Estela Quiroga

jueves, 12 de marzo de 2009

CONEJO



Abelardo Castillo – Las otras puertas

Y cualquiera que escandalizare a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le ane¬gase en el profundo de la mar.
Mateo XVIII: 6

No va a venir. Son mentiras lo de la enfermedad y que va a tardar unos meses; eso me lo dijo tía, pero yo sé que no va a venir. A vos te lo puedo decir porque vos entendés las cosas. Siempre entendiste las cosas. Al prin¬cipio me parecía que eras como un tren, o como los pati¬nes; un juguete, digo, y a lo mejor ni siquiera tan bueno como los patines, que un conejo de trapo, al final, es pa¬recido a las muñecas, que son para las chicas. Pero vos no. Vos sos el mejor conejo del mundo, y mucho mejor que los patines. Y las muñecas tienen esos cachetes colo¬rados, redondos. Caras de bobas, eso es lo que tienen.
A mí no me importa si no está. Qué me importa a mí. Y no me vine a este rincón porque estoy triste, me vine porque ellos andan atrás de uno, querés esto y qué que¬rés nene y puro acariciar, como cuando te enfermás y andan tocándote la frente, que parece que los tíos y los demás están para cuando uno se enferma y entonces todo el mundo te quiere. Por eso me vine, y por el estúpido de Julio, el anteojudo ese, que porque tiene once años y usa anteojos se cree muy vivo, y es un pavo que no ve de acá a la puerta y encima siempre anda pegando. Se¬ría porque juego con vos, mírenlo, dice, miren al nenito jugando al arrorró. Qué sabe él. Los grandes también pegan. Las madres, sobre todo. Claro que a todos los chicos les pegan y eso no quiere decir nada, pero igual, por qué tienen que andar pegando siempre. Vos, por ahí vas lo más tranquilo y les decís mirá lo que hice, creyen¬do que está bien, y paf, un cachetazo. Ni te explican nada. Y otras veces puro mimo, como ahora, o como cuando te hacen un regalo porque les conviene. Aunque no sea Reyes o el cumpleaños.
Yo me acuerdo cuando mamá te trajo. Al principio eras casi tan alto como yo, y eras blanco, más blanco que ahora porque ahora estás sucio, pero igual sos el mejor conejo de todos, porque entendés las cosas. Y cómo te tra¬jo también me acuerdo, tomá, me dijo, lo compré en Ola¬varría. El primo Juan Carlos que vive en Olavarría a mí nunca me gustó mucho: los bigotes ésos que tiene, y además no es un primo como el Julio, por ejemplo, que apenas es más grande que yo: es de esos primos de los padres de uno, que uno nunca sabe si son tíos o qué. Era una caja grande, y yo pensaba que sería un regalo ex¬traordinario, algo con motor, como el avión del rusito o una cosa así. Pero era liviano y, cuando lo desaté, esta¬bas vos adentro, entre los papeles. A mí no me gustaba un conejo. Y mamá me dijo por qué me quedaba así, co¬mo el bobo que era y yo le dije esto no me gusta para nada a mí, mirá la cabeza que tiene.

Entonces dijo desagradecido igual que tu padre. Después, cuando papá vino del trabajo, todavía seguía enojada y eso que había estado un mes en Olavarría, lejos de papá, y que papá siempre me dice escribile a tu madre que la extrañamos mucho y que venga pronto, pero es él el que más la ex¬traña me parece. Y esa noche se pelearon. Siempre se pelean: bueno, papá no; él no dice nada y se viene con¬migo, a la puerta o a la placita Martín Fierro que papá me dijo que era un gaucho. A papá tampoco le gustó nunca el primo Juan Carlos. Y yo no te llevo a la placita, pero porque tengo miedo que los chicos se rían. Ellos qué saben cómo sos vos. No tienen la culpa, claro, hay que conocerte. Yo, al principio, también me creía que eras un juguete como los caballos de madera, o los perros, que no son los mejores juguetes. Pero después no, después me di cuenta que eras como Pinocho el que contó mamá. Mamá contaba cuentos, a la mañana sobre todo, que es cuando nunca está enojada. Y al final vos y yo termina¬mos amigos, mejor que con los amigos de verdad, los chi¬cos del barrio digo, que si uno no sabe jugar a la pelota en seguida te andan gritando patadura, andá al arco querés, y malas palabras y hasta adelante de las chicas te gritan, que es lo peo
Una vez me dijeron por qué no traés a tu hermanito para que atajen juntos, y se reían. Por vos me lo dijeron, por los dientes míos que se pare¬cen a los tuyos. Me parece que te trajeron a propósito a vos, por los dientes.
Ellos vinieron todos, como cuando la pulmonía. Y pu¬ro hacer caricias ahora, se piensan que uno es un nenito o un zonzo. O a lo mejor saben que sé, igual que con los Reyes y todo eso, que todo el mundo pone cara de no saber y es como un juego. Y aunque el Julio no me hu¬biera dicho nada era lo mismo, pero el Julio, la basura ésa, para qué tenía que venir a decirme. Era preferible que insultara o anduviera buscando camorra como siem¬pre y no que viniera a decir esa porquería. Si yo ya me había dado cuenta lo mismo. Papá está así, que parece borracho, y dice hacerme esto a mí. Y ellos le piden que se calme, que yo lo estoy mirando. Entonces me vine, para hablar con vos que lo entendés a uno y sos casi mu¬cho mejor que el tren y ni por un avión como el del ru¬sito te cambiaba, que si llegan a imaginar que yo te iba a querer tanto no te traen de regalo, no. Y nadie va a llorar como una nena porque ella está enferma y no pue¬de volver por un tiempo. Y si son mentiras mejor. Os¬carcito tampoco lloraba. Ese día también había venido mucha gente, pero era distinto. En la sala grande había un cajón de muerto para la mamá de Oscarcito. Estaba blanca. Oscarcito parecía no entender nada; nos miraba a todos los chicos, pero no lloró, y le decían que la mamá de él estaba en el cielo. Y esto es distinto. Mi mamá no está en el cielo; en Olavarría está.
El Julio, la basura esa de porquería me lo dijo, pero a lo mejor se fue enferma a algún otro lado y por qué no puede ser. Todos lo dicen. Todos menos el primo Juan Carlos, que tampo¬co está. Y mejor si no está, que a mí no me gustó nunca por más que mamá dijera tenés que quererlo mucho, y una vez que yo fui a Olavarría no los dejaba que se que¬daran solos. Andá a jugar al patio, siempre querían que me fuera a jugar al patio: mamá también. Y después pu¬ro regalar conejos, sí. Se creen que uno no se da cuenta, como ahora, que si estuviera enferma no sé para qué lo andan aconsejando a papá y él me mira, y se queda mi¬rándome y me dice hijo, hijo. Y a veces me dan ganas de contestarle alguna cosa, pero no me sale nada, porque es como un nudo. Por eso me vine. Y no para llorar tranquilo sin que me vean. Me vine porque sí, para hablar con vos que lo entendés a uno y sos el mejor conejo de todos, el mejor del mundo con esas orejas largas, y dos dientes para afuera, como yo cuando me río.
Me parece que no me voy a reír nunca más en la vida yo. Eso es lo que me parece.
Y al final a nadie se le importa un pito de los dien¬tes, porque yo te quiero lo mismo y te quiero porque sí, porque se me antoja. No porque ella te trajo y mejor si no va a volver. Ojalá se muera. Y lo que estoy viendo es que esa cabeza que tenés no es nada linda, no; y, si quiero, vamos a ver si no te tiro a la basura, que al final de cuentas nunca me gustaste para nada vos. Y lo que vas a ganar es que te voy a romper todo, los dientes, y las orejas, y esos ojos de vidrio colorado como los estúpidos, así, sin que me dé ninguna gana de llorar ni nada, sabés, por más que te arranque el brazo y te escupa todo, y vos te creés que estoy llorando, pero no lloro, aunque te pa¬tee por el suelo, así, aunque se te salga todo el aserrín por la barriga y te quede la cabeza colgando, que para eso tengo el tren y los patines y...

LENGUA Y LITERATURA 3ro 2da




TRABAJO PRÁCTICO NRO 1

LA FIESTA AJENA

Nomás llegó, fue a la cocina a ver si estaba el mono. Estaba y eso la tranquilizó: no le hubiera gustado nada tener que darle la razón a su madre. ¿Monos en un cumpleaños?, le había dicho; ¡por favor! Vos sí que te creés todas las pavadas que te dicen. Estaba enojada pero no era por el mono, pensó la chica: era por el cumpleaños.
-No me gusta que vayas -le había dicho-. Es una fiesta de ricos.
-Los ricos también se van al cielo -dijo la chica, que aprendía religión en el colegio.
-Qué cielo ni cielo -dijo la madre-. Lo que pasa es que a usted, m'hijita, le gusta cagar más arriba del culo.
A la chica no le parecía nada bien la manera de hablar de su madre: ella tenía nueve años y era una de las mejores alumnas de su grado.
-Yo voy a ir porque estoy invitada-dijo-. Y estoy invitada porque Luciana es mi amiga. Y se acabó.
-Ah, sí, tu amiga -dijo la madre. Hizo una pau¬sa-. Oíme, Rosaura -dijo por fin-, ésa no es tu amiga. ¿Sabés lo que sos vos para todos ellos? Sos la hija de la sirventa, nada más.
Rosaura parpadeó con energía: no iba a llorar.
-Calláte -gritó-. Qué vas a saber vos lo que es ser amiga.
Ella iba casi todas las tardes a la casa de Luciana y preparaban juntas los deberes mientras su madre hacía la limpieza. Tomaban la leche en la cocina y se contaban secretos. A Rosaura le gustaba enormemente todo lo que había en esa casa. Y la gente también le gustaba.
-Yo voy a ir porque va a ser la fiesta más hermosa del mundo, Luciana me lo dijo. Va a venir un mago y va a traer un mono y todo.
La madre giró el cuerpo para mirarla bien y ampulosamente apoyó las manos en las caderas.
-¿Monos en un cumpleaños? -dijo-. ¡Por favor! Vos sí que te creés todas las pavadas que te dicen.
Rosaura se ofendió mucho. Además le parecía mal que su madre acusara a las personas de mentirosas simplemente porque eran ricas. Ella también quería ser rica, ¿qué?, si un día llegaba a vivir en un hermoso palacio, ¿su madre no la iba a querer tampoco a ella? Se Sintió muy triste. Deseaba ir a esa fiesta más que nada en el mundo.
-Si no voy me muero –murmuró, casi sin mover los labios.
Y no estaba muy segura de que se hubiera oído, pero lo cierto es que la mañana de la fiesta descubrió que su madre le había almidonado el vestido de Navidad. Y a la tarde, después que le lavó la cabeza, le enjuagó el pelo con vinagre de manzanas para que le quedara bien brillante. Antes de salir Rosaura se miró en el espejo, con el vestido blanco y el pelo brillándole, y se vio lindísima.
La señora Inés también pareció notarlo. Apenas la vio entrar, le dijo:
-Qué linda estás hoy, Rosaura.
Ella, con las manos, impartió un ligero balanceo a su pollera almidonada: entró a la fiesta con paso firme. Saludó a Luciana y le preguntó por el mono. Luciana puso cara de conspiradora: acercó su boca a la oreja de Rosaura.
-Está en la cocina-le susurró en la oreja-. Pero no se lo digas a nadie porque es un secreto.
Rosaura quiso verificarlo. Sigilosamente entró en la cocina y lo vio. Estaba meditando en su jaula. Tan cómico que la chica se quedó un buen rato mirándolo y después, cada tanto, abandonaba a escondidas la fiesta e iba a verlo. Era la única que tenía permiso para entrar en la cocina, la señora Inés se lo había dicho: “Vos sí pero ningún otro, son muy revoltosos, capaz que rompen algo". Rosaura, en cambio no rompió nada. Ni siquiera tuvo problemas con la jarra de naranjada cuando la llevó desde la cocina al comedor. La sostuvo con mucho cuidado y no volcó ni una gota. Eso que la señora Inés le había dicho: “¿Te parece que vas a poder con esa jarra tan grande?". Y claro que iba a poder: no era de manteca, como otras. De manteca era la rubia del moño en la cabeza. Apenas la vio, la del moño le dijo:
-¿Y vós quién sos?
-Soy amiga de Luciana -dijo Rosaura.
-No -dijo la del moño-, vos no sos amiga de Luciana porque yo soy la prima v conozco a todas sus amigas. Y a vos no te conozco.
-Ya mí qué me importa-dijo Rosaura-, yo vengo todas las tardes con mi mamá y hacemos los deberes juntas.
-¿Vos y tu mamá hacen los deberes juntas? -dijo la del moño, con una risita.
-Yo y Luciana hacemos los deberes juntas -dijo Rosaura muy seria.
La del moño se encogió de hombros.
-Eso no es ser amiga -dijo-. ¿Vas al colegio con ella?
-No.
-¿Y entonces de dónde la conocés? -dijo la del moño, que empezaba a impacientarse.
Rosaura se acordaba perfectamente de las palabras de su madre. Respiró hondo:
-Soy la hija de la empleada -dijo.
Su madre se lo había dicho bien claro: Si alguno te pregunta, vos le decís que sos la hija de la empleada, y listo. También le había dicho que tenía que agregar: y a mucha honra. Pero Rosaura pensó que nunca en su vida se iba a animar a decir algo así.
-Qué empleada -dijo la del moño-. ¿Vende cosas en una tienda?
-No -dijo Rosaura con rabia-, mi mamá no vende nada, para que sepas.
-¿Y entonces como es empleada?- dijo la del moño.
Pero en ese momento se acercó la señora Inés haciendo shh shh, y le dijo a Rosaura si no la podía ayudar a servir las salchichitas, ella que conocía la casa mejor que nadie.
-Viste- le dijo Rosaura a la del moño, y con disimu¬lo le pateó un tobillo.
Fuera de la del moño todos los chicos le encantaron. La que más le gustaba era Luciana, con su corona de oro; después los varones. Ella salió primera en la carrera de embolsados y en la mancha agachada nadie la pudo agarrar. Cuando los dividieron en equipos para jugar al delegado, todos los varones pedían a gritos que la pusieran en su equipo. A Rosaura le pareció que nunca en su vida había sido tan feliz.
Pero faltaba lo mejor. Lo mejor vino después que Luciana apagó las velitas. Primero, la torta: la señora Inés le había pedido que la ayudara a servir la torta y Rosaura se divirtió muchísimo porque todos los chicos se le vinieron encima y le gritaban “a mí, a mí”. Rosaura se acordó de una historia donde había una reina que tenia derecho de vida y muerte sobre sus súbditos. Siempre le había gustado eso de tener derecho de vida y muerte. A Luciana y a los varones les dio los pedazos más grandes, y a la del moño una tajadita que daba lástima.
Después de la torta llegó el mago. Era muy flaco y tenía una capa roja. Y era mago de verdad. Desanudaba pañuelos con un solo soplo y enhebraba argollas que no estaban cortadas por ninguna parte. Adivinaba las cartas y el mono era el ayudante. Era muy raro el mago: al mono lo llamaba socio. “A ver, socio, dé vuelta una carta”, le decía. "No se me escape, socio, que estamos en horario de trabajo".
La prueba final era la más emocionante. Un chico tenía que sostener al mono en brazos y el mago lo iba a hacer desaparecer.
-¿Al chico? -gritaron todos
-¡Al mono! -grita el mago.
Rosaura pensó que ésta era la fiesta más divertida del mundo.
El mago llamó a un gordito, pero el gordito se asustó enseguida y dejó caer al mono. El mago lo levantó con mucho cuidado, le dijo algo en secreto, y el mono hizo que sí con la cabeza.
-No hay que ser tan timorato, compañero -le dijo el mago al gordito.
-¿Qué es timorato? -dijo el gordito.
El mago giró la cabeza hacia uno y otro lado, como para comprobar que no había espías.
-Cagón -dijo-. Vaya a sentarse, compañero .
Después fue mirando, una por una, las caras de todos. A Rosaura le palpitaba el corazón.
-A ver, la de los ojos de mora -dijo el mago. Y todos vieron cómo la señalaba a ella.
No tuvo miedo. Ni con el mono en brazos, ni cuando el mago hizo desaparecer al mono, ni al final, cuando el mago hizo ondular su capa roja sobre la cabeza de Rosaura, dijo las palabras mágicas... y el mono apareció otra vez allí, lo más contento, entre sus brazos. Todos los chicos aplaudieron a rabiar. Y antes de que Rosaura volviera a su asiento, el mago le dijo:
-Muchas gracias, señorita condesa .
Eso le gustó tanto que un rato después, cuando su madre vino a buscarla, fue lo primero que le contó.
-Yo lo ayudé al mago y el mago me dijo: "muchas gracias, señorita condesa".
Fue bastante raro porque, hasta ese momento, Rosaura había creído que estaba enojada con su madre. Todo el tiempo había pensado que le iba a decir: “Viste que no era mentira lo del mono". Pero no. Estaba contenta, así que le contó lo del mago.
Su madre le dio un coscorrón y le dijo:
-Mírenla a la condesa.
Pero se veía que también estaba contenta.
Y ahora estaban las dos en el hall porque un momen¬to antes la señora Inés, muy sonriente, había dicho:
"Espérenme un momentito".
Ahí la madre pareció preocupada.
-¿Qué pasa? -le preguntó a Rosaura.
-Y qué va a pasar -le dijo Rosaura-. Que fue a buscar los regalos para los que nos vamos.
Le señaló al gordito y a una chica de trenzas, que también esperaban en el hall al lado de sus madres. Y le explicó cómo era el asunto de los regalos. Lo sabía bien porque había estado observando a los que se iban antes. Cuando se iba una chica, la señora Inés le regalaba una pulsera. Cuando se iba un chico, le regalaba un yo-yo. A Rosaura le gustaba más el yo-yo porque tenía chispas, pero eso no se lo contó a su madre. Capaz que le decía: “Y entonces, ¿por qué no le pedís el yo-yo, pedazo de sonsa”.¬ Era así su madre. Rosaura no tenía ganas de explicarle que le daba vergüenza ser la única distinta. En cambio le dijo:
-Yo fui la mejor de la fiesta.
Y no habló más porque la señora Inés acababa de entrar en el hall con una bolsa celeste y una bolsa rosa.
Primero se acercó al gordito, le dio un yo-yo que había sacado de la bolsa celeste, y el gordito se fue con su mamá. Después se acercó a la de trenzas, le dio una pulsera que había sacado de la bolsa rosa, y la de trenzas se fue con su mama.
Después se acercó a donde estaban ella y su madre. Tenía una sonrisa muy grande y eso le gustó a Rosaura. La señora Inés la miró, después miró a la madre, y dijo algo que a Rosaura la llenó de orgullo Dijo:
-Qué hija que se mandó, Herminia.
Por un momento, Rosaura pensó que a ella le iba a hacer los dos regalos: la pulsera y el yo-yo. Cuando la señora Inés inició el ademán de buscar algo, ella también inició el movimiento de adelantar el brazo. Pero no llegó a completar ese movimiento.
Porque la señora Inés no buscó nada en la bolsa celeste, ni buscó nada en la bolsa rosa. Buscó algo en su cartera.
En su mano aparecieron dos billetes.
-Esto te lo ganaste en buena ley-dijo, extendiendo la mano-. Gracias por todo, querida.
Ahora Rosaura tenía los brazos muy rígidos, pegados al cuerpo y sintió que la mano de su madre se apoyaba sobre su hombro. Instintivamente se apretó contra el cuerpo de su madre. Nada más. Salvo su mirada. Su mirada fría, fija en la cara de la señora Inés.
La señora Inés, inmóvil, seguía con la mano exten¬dida. Como sí no se animara a retirarla. Como si la perturbación más leve pudiera desbaratar este delicado equilibrio.

LILIANA HEKER
TRABAJO GRUPAL Nro 1

1. J¿Por qué creen que este cuento se llama LA FIESTA AJENA?
2. El narrador de esta historia tiene cierta particularidad ¿En qué consiste? Esta pregunta se relaciona con la siguiente.
3. ¿Qué cosas ustedes comprendían como lectores que aún no sabía la protagonista de la historia?
4. ¿Por qué Rosaura se siente mal?
5. Comparen este cuento con el leído al principio de la clase. ¿Qué cosas tiene ambas historias en común?
6. Los dos cuentos de Abelardo Castillo, y el cuento de Liliana Heker pertenecen a un sub género que se llama LITERATURA DE APRENDIZAJE qué características tiene ese tipo de literatura a partir de los tres textos leídos
7. De los tres cuentos cuál les resultó más interesante y por qué
EL TRABAJO PRÁCTICO DEBE ENTREGARSE HOY Y DESDE LUEGO VA CON NOTA..BUENA SUERTE EN SU PRIMER PRÁCTICO