viernes, 27 de marzo de 2009

¡¡¡¡¡FELIZ CUMPLE CRISTIAN!!!!!



Mañana no es un día más. Es tu cumpleaños. Cuando cada uno de nosotros celebramos nuestro aniversario es una fecha muy especial. Porque cada ser humano es único e irrepetible.
Vos, querido Cristian, estás haciendo un enorme esfuerzo para salir adelante en una época y en una sociedad que no parece ser demasiado amable
Lamentablemente, hoy por hoy estás inserto en un contexto que se caracteriza por la falta de oportunidades, sin embargo te recomiendo que nunca pierdas tu sonrisa y tu alegría, en verdad es fundamental que te armes de una gran cuota de optimismo
Sin duda, la falta de oportunidades genera una enorme violencia pero tenés que estar preparado a vencer esa falta y a compensarla con tus ganas, con tu voluntad y con tu deseo de SER ALGUIEN
Sabés, cuando yo tenía tu edad tuve oportunidad de luchar por mis ideales y muchos de mis compañeros murieron, desaparecieron, creeme que no fue nada sencillo pero la vida es maravillosa y está ahí y VALE LA PENA LUCHAR, una lucha sencilla y de todos los días…una lucha que nos lleve a HACER, a COMPROMETERNOS, a CRECER, a ser LIBRES y RESPONSABLES, de eso se trata que no es poco..
Estás en carrera, no te detengas una larga carretera te espera…
Que tengas un día maravilloso, sinceramente tu profe,
Estela Quiroga

jueves, 12 de marzo de 2009

CONEJO



Abelardo Castillo – Las otras puertas

Y cualquiera que escandalizare a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le ane¬gase en el profundo de la mar.
Mateo XVIII: 6

No va a venir. Son mentiras lo de la enfermedad y que va a tardar unos meses; eso me lo dijo tía, pero yo sé que no va a venir. A vos te lo puedo decir porque vos entendés las cosas. Siempre entendiste las cosas. Al prin¬cipio me parecía que eras como un tren, o como los pati¬nes; un juguete, digo, y a lo mejor ni siquiera tan bueno como los patines, que un conejo de trapo, al final, es pa¬recido a las muñecas, que son para las chicas. Pero vos no. Vos sos el mejor conejo del mundo, y mucho mejor que los patines. Y las muñecas tienen esos cachetes colo¬rados, redondos. Caras de bobas, eso es lo que tienen.
A mí no me importa si no está. Qué me importa a mí. Y no me vine a este rincón porque estoy triste, me vine porque ellos andan atrás de uno, querés esto y qué que¬rés nene y puro acariciar, como cuando te enfermás y andan tocándote la frente, que parece que los tíos y los demás están para cuando uno se enferma y entonces todo el mundo te quiere. Por eso me vine, y por el estúpido de Julio, el anteojudo ese, que porque tiene once años y usa anteojos se cree muy vivo, y es un pavo que no ve de acá a la puerta y encima siempre anda pegando. Se¬ría porque juego con vos, mírenlo, dice, miren al nenito jugando al arrorró. Qué sabe él. Los grandes también pegan. Las madres, sobre todo. Claro que a todos los chicos les pegan y eso no quiere decir nada, pero igual, por qué tienen que andar pegando siempre. Vos, por ahí vas lo más tranquilo y les decís mirá lo que hice, creyen¬do que está bien, y paf, un cachetazo. Ni te explican nada. Y otras veces puro mimo, como ahora, o como cuando te hacen un regalo porque les conviene. Aunque no sea Reyes o el cumpleaños.
Yo me acuerdo cuando mamá te trajo. Al principio eras casi tan alto como yo, y eras blanco, más blanco que ahora porque ahora estás sucio, pero igual sos el mejor conejo de todos, porque entendés las cosas. Y cómo te tra¬jo también me acuerdo, tomá, me dijo, lo compré en Ola¬varría. El primo Juan Carlos que vive en Olavarría a mí nunca me gustó mucho: los bigotes ésos que tiene, y además no es un primo como el Julio, por ejemplo, que apenas es más grande que yo: es de esos primos de los padres de uno, que uno nunca sabe si son tíos o qué. Era una caja grande, y yo pensaba que sería un regalo ex¬traordinario, algo con motor, como el avión del rusito o una cosa así. Pero era liviano y, cuando lo desaté, esta¬bas vos adentro, entre los papeles. A mí no me gustaba un conejo. Y mamá me dijo por qué me quedaba así, co¬mo el bobo que era y yo le dije esto no me gusta para nada a mí, mirá la cabeza que tiene.

Entonces dijo desagradecido igual que tu padre. Después, cuando papá vino del trabajo, todavía seguía enojada y eso que había estado un mes en Olavarría, lejos de papá, y que papá siempre me dice escribile a tu madre que la extrañamos mucho y que venga pronto, pero es él el que más la ex¬traña me parece. Y esa noche se pelearon. Siempre se pelean: bueno, papá no; él no dice nada y se viene con¬migo, a la puerta o a la placita Martín Fierro que papá me dijo que era un gaucho. A papá tampoco le gustó nunca el primo Juan Carlos. Y yo no te llevo a la placita, pero porque tengo miedo que los chicos se rían. Ellos qué saben cómo sos vos. No tienen la culpa, claro, hay que conocerte. Yo, al principio, también me creía que eras un juguete como los caballos de madera, o los perros, que no son los mejores juguetes. Pero después no, después me di cuenta que eras como Pinocho el que contó mamá. Mamá contaba cuentos, a la mañana sobre todo, que es cuando nunca está enojada. Y al final vos y yo termina¬mos amigos, mejor que con los amigos de verdad, los chi¬cos del barrio digo, que si uno no sabe jugar a la pelota en seguida te andan gritando patadura, andá al arco querés, y malas palabras y hasta adelante de las chicas te gritan, que es lo peo
Una vez me dijeron por qué no traés a tu hermanito para que atajen juntos, y se reían. Por vos me lo dijeron, por los dientes míos que se pare¬cen a los tuyos. Me parece que te trajeron a propósito a vos, por los dientes.
Ellos vinieron todos, como cuando la pulmonía. Y pu¬ro hacer caricias ahora, se piensan que uno es un nenito o un zonzo. O a lo mejor saben que sé, igual que con los Reyes y todo eso, que todo el mundo pone cara de no saber y es como un juego. Y aunque el Julio no me hu¬biera dicho nada era lo mismo, pero el Julio, la basura ésa, para qué tenía que venir a decirme. Era preferible que insultara o anduviera buscando camorra como siem¬pre y no que viniera a decir esa porquería. Si yo ya me había dado cuenta lo mismo. Papá está así, que parece borracho, y dice hacerme esto a mí. Y ellos le piden que se calme, que yo lo estoy mirando. Entonces me vine, para hablar con vos que lo entendés a uno y sos casi mu¬cho mejor que el tren y ni por un avión como el del ru¬sito te cambiaba, que si llegan a imaginar que yo te iba a querer tanto no te traen de regalo, no. Y nadie va a llorar como una nena porque ella está enferma y no pue¬de volver por un tiempo. Y si son mentiras mejor. Os¬carcito tampoco lloraba. Ese día también había venido mucha gente, pero era distinto. En la sala grande había un cajón de muerto para la mamá de Oscarcito. Estaba blanca. Oscarcito parecía no entender nada; nos miraba a todos los chicos, pero no lloró, y le decían que la mamá de él estaba en el cielo. Y esto es distinto. Mi mamá no está en el cielo; en Olavarría está.
El Julio, la basura esa de porquería me lo dijo, pero a lo mejor se fue enferma a algún otro lado y por qué no puede ser. Todos lo dicen. Todos menos el primo Juan Carlos, que tampo¬co está. Y mejor si no está, que a mí no me gustó nunca por más que mamá dijera tenés que quererlo mucho, y una vez que yo fui a Olavarría no los dejaba que se que¬daran solos. Andá a jugar al patio, siempre querían que me fuera a jugar al patio: mamá también. Y después pu¬ro regalar conejos, sí. Se creen que uno no se da cuenta, como ahora, que si estuviera enferma no sé para qué lo andan aconsejando a papá y él me mira, y se queda mi¬rándome y me dice hijo, hijo. Y a veces me dan ganas de contestarle alguna cosa, pero no me sale nada, porque es como un nudo. Por eso me vine. Y no para llorar tranquilo sin que me vean. Me vine porque sí, para hablar con vos que lo entendés a uno y sos el mejor conejo de todos, el mejor del mundo con esas orejas largas, y dos dientes para afuera, como yo cuando me río.
Me parece que no me voy a reír nunca más en la vida yo. Eso es lo que me parece.
Y al final a nadie se le importa un pito de los dien¬tes, porque yo te quiero lo mismo y te quiero porque sí, porque se me antoja. No porque ella te trajo y mejor si no va a volver. Ojalá se muera. Y lo que estoy viendo es que esa cabeza que tenés no es nada linda, no; y, si quiero, vamos a ver si no te tiro a la basura, que al final de cuentas nunca me gustaste para nada vos. Y lo que vas a ganar es que te voy a romper todo, los dientes, y las orejas, y esos ojos de vidrio colorado como los estúpidos, así, sin que me dé ninguna gana de llorar ni nada, sabés, por más que te arranque el brazo y te escupa todo, y vos te creés que estoy llorando, pero no lloro, aunque te pa¬tee por el suelo, así, aunque se te salga todo el aserrín por la barriga y te quede la cabeza colgando, que para eso tengo el tren y los patines y...

LENGUA Y LITERATURA 3ro 2da




TRABAJO PRÁCTICO NRO 1

LA FIESTA AJENA

Nomás llegó, fue a la cocina a ver si estaba el mono. Estaba y eso la tranquilizó: no le hubiera gustado nada tener que darle la razón a su madre. ¿Monos en un cumpleaños?, le había dicho; ¡por favor! Vos sí que te creés todas las pavadas que te dicen. Estaba enojada pero no era por el mono, pensó la chica: era por el cumpleaños.
-No me gusta que vayas -le había dicho-. Es una fiesta de ricos.
-Los ricos también se van al cielo -dijo la chica, que aprendía religión en el colegio.
-Qué cielo ni cielo -dijo la madre-. Lo que pasa es que a usted, m'hijita, le gusta cagar más arriba del culo.
A la chica no le parecía nada bien la manera de hablar de su madre: ella tenía nueve años y era una de las mejores alumnas de su grado.
-Yo voy a ir porque estoy invitada-dijo-. Y estoy invitada porque Luciana es mi amiga. Y se acabó.
-Ah, sí, tu amiga -dijo la madre. Hizo una pau¬sa-. Oíme, Rosaura -dijo por fin-, ésa no es tu amiga. ¿Sabés lo que sos vos para todos ellos? Sos la hija de la sirventa, nada más.
Rosaura parpadeó con energía: no iba a llorar.
-Calláte -gritó-. Qué vas a saber vos lo que es ser amiga.
Ella iba casi todas las tardes a la casa de Luciana y preparaban juntas los deberes mientras su madre hacía la limpieza. Tomaban la leche en la cocina y se contaban secretos. A Rosaura le gustaba enormemente todo lo que había en esa casa. Y la gente también le gustaba.
-Yo voy a ir porque va a ser la fiesta más hermosa del mundo, Luciana me lo dijo. Va a venir un mago y va a traer un mono y todo.
La madre giró el cuerpo para mirarla bien y ampulosamente apoyó las manos en las caderas.
-¿Monos en un cumpleaños? -dijo-. ¡Por favor! Vos sí que te creés todas las pavadas que te dicen.
Rosaura se ofendió mucho. Además le parecía mal que su madre acusara a las personas de mentirosas simplemente porque eran ricas. Ella también quería ser rica, ¿qué?, si un día llegaba a vivir en un hermoso palacio, ¿su madre no la iba a querer tampoco a ella? Se Sintió muy triste. Deseaba ir a esa fiesta más que nada en el mundo.
-Si no voy me muero –murmuró, casi sin mover los labios.
Y no estaba muy segura de que se hubiera oído, pero lo cierto es que la mañana de la fiesta descubrió que su madre le había almidonado el vestido de Navidad. Y a la tarde, después que le lavó la cabeza, le enjuagó el pelo con vinagre de manzanas para que le quedara bien brillante. Antes de salir Rosaura se miró en el espejo, con el vestido blanco y el pelo brillándole, y se vio lindísima.
La señora Inés también pareció notarlo. Apenas la vio entrar, le dijo:
-Qué linda estás hoy, Rosaura.
Ella, con las manos, impartió un ligero balanceo a su pollera almidonada: entró a la fiesta con paso firme. Saludó a Luciana y le preguntó por el mono. Luciana puso cara de conspiradora: acercó su boca a la oreja de Rosaura.
-Está en la cocina-le susurró en la oreja-. Pero no se lo digas a nadie porque es un secreto.
Rosaura quiso verificarlo. Sigilosamente entró en la cocina y lo vio. Estaba meditando en su jaula. Tan cómico que la chica se quedó un buen rato mirándolo y después, cada tanto, abandonaba a escondidas la fiesta e iba a verlo. Era la única que tenía permiso para entrar en la cocina, la señora Inés se lo había dicho: “Vos sí pero ningún otro, son muy revoltosos, capaz que rompen algo". Rosaura, en cambio no rompió nada. Ni siquiera tuvo problemas con la jarra de naranjada cuando la llevó desde la cocina al comedor. La sostuvo con mucho cuidado y no volcó ni una gota. Eso que la señora Inés le había dicho: “¿Te parece que vas a poder con esa jarra tan grande?". Y claro que iba a poder: no era de manteca, como otras. De manteca era la rubia del moño en la cabeza. Apenas la vio, la del moño le dijo:
-¿Y vós quién sos?
-Soy amiga de Luciana -dijo Rosaura.
-No -dijo la del moño-, vos no sos amiga de Luciana porque yo soy la prima v conozco a todas sus amigas. Y a vos no te conozco.
-Ya mí qué me importa-dijo Rosaura-, yo vengo todas las tardes con mi mamá y hacemos los deberes juntas.
-¿Vos y tu mamá hacen los deberes juntas? -dijo la del moño, con una risita.
-Yo y Luciana hacemos los deberes juntas -dijo Rosaura muy seria.
La del moño se encogió de hombros.
-Eso no es ser amiga -dijo-. ¿Vas al colegio con ella?
-No.
-¿Y entonces de dónde la conocés? -dijo la del moño, que empezaba a impacientarse.
Rosaura se acordaba perfectamente de las palabras de su madre. Respiró hondo:
-Soy la hija de la empleada -dijo.
Su madre se lo había dicho bien claro: Si alguno te pregunta, vos le decís que sos la hija de la empleada, y listo. También le había dicho que tenía que agregar: y a mucha honra. Pero Rosaura pensó que nunca en su vida se iba a animar a decir algo así.
-Qué empleada -dijo la del moño-. ¿Vende cosas en una tienda?
-No -dijo Rosaura con rabia-, mi mamá no vende nada, para que sepas.
-¿Y entonces como es empleada?- dijo la del moño.
Pero en ese momento se acercó la señora Inés haciendo shh shh, y le dijo a Rosaura si no la podía ayudar a servir las salchichitas, ella que conocía la casa mejor que nadie.
-Viste- le dijo Rosaura a la del moño, y con disimu¬lo le pateó un tobillo.
Fuera de la del moño todos los chicos le encantaron. La que más le gustaba era Luciana, con su corona de oro; después los varones. Ella salió primera en la carrera de embolsados y en la mancha agachada nadie la pudo agarrar. Cuando los dividieron en equipos para jugar al delegado, todos los varones pedían a gritos que la pusieran en su equipo. A Rosaura le pareció que nunca en su vida había sido tan feliz.
Pero faltaba lo mejor. Lo mejor vino después que Luciana apagó las velitas. Primero, la torta: la señora Inés le había pedido que la ayudara a servir la torta y Rosaura se divirtió muchísimo porque todos los chicos se le vinieron encima y le gritaban “a mí, a mí”. Rosaura se acordó de una historia donde había una reina que tenia derecho de vida y muerte sobre sus súbditos. Siempre le había gustado eso de tener derecho de vida y muerte. A Luciana y a los varones les dio los pedazos más grandes, y a la del moño una tajadita que daba lástima.
Después de la torta llegó el mago. Era muy flaco y tenía una capa roja. Y era mago de verdad. Desanudaba pañuelos con un solo soplo y enhebraba argollas que no estaban cortadas por ninguna parte. Adivinaba las cartas y el mono era el ayudante. Era muy raro el mago: al mono lo llamaba socio. “A ver, socio, dé vuelta una carta”, le decía. "No se me escape, socio, que estamos en horario de trabajo".
La prueba final era la más emocionante. Un chico tenía que sostener al mono en brazos y el mago lo iba a hacer desaparecer.
-¿Al chico? -gritaron todos
-¡Al mono! -grita el mago.
Rosaura pensó que ésta era la fiesta más divertida del mundo.
El mago llamó a un gordito, pero el gordito se asustó enseguida y dejó caer al mono. El mago lo levantó con mucho cuidado, le dijo algo en secreto, y el mono hizo que sí con la cabeza.
-No hay que ser tan timorato, compañero -le dijo el mago al gordito.
-¿Qué es timorato? -dijo el gordito.
El mago giró la cabeza hacia uno y otro lado, como para comprobar que no había espías.
-Cagón -dijo-. Vaya a sentarse, compañero .
Después fue mirando, una por una, las caras de todos. A Rosaura le palpitaba el corazón.
-A ver, la de los ojos de mora -dijo el mago. Y todos vieron cómo la señalaba a ella.
No tuvo miedo. Ni con el mono en brazos, ni cuando el mago hizo desaparecer al mono, ni al final, cuando el mago hizo ondular su capa roja sobre la cabeza de Rosaura, dijo las palabras mágicas... y el mono apareció otra vez allí, lo más contento, entre sus brazos. Todos los chicos aplaudieron a rabiar. Y antes de que Rosaura volviera a su asiento, el mago le dijo:
-Muchas gracias, señorita condesa .
Eso le gustó tanto que un rato después, cuando su madre vino a buscarla, fue lo primero que le contó.
-Yo lo ayudé al mago y el mago me dijo: "muchas gracias, señorita condesa".
Fue bastante raro porque, hasta ese momento, Rosaura había creído que estaba enojada con su madre. Todo el tiempo había pensado que le iba a decir: “Viste que no era mentira lo del mono". Pero no. Estaba contenta, así que le contó lo del mago.
Su madre le dio un coscorrón y le dijo:
-Mírenla a la condesa.
Pero se veía que también estaba contenta.
Y ahora estaban las dos en el hall porque un momen¬to antes la señora Inés, muy sonriente, había dicho:
"Espérenme un momentito".
Ahí la madre pareció preocupada.
-¿Qué pasa? -le preguntó a Rosaura.
-Y qué va a pasar -le dijo Rosaura-. Que fue a buscar los regalos para los que nos vamos.
Le señaló al gordito y a una chica de trenzas, que también esperaban en el hall al lado de sus madres. Y le explicó cómo era el asunto de los regalos. Lo sabía bien porque había estado observando a los que se iban antes. Cuando se iba una chica, la señora Inés le regalaba una pulsera. Cuando se iba un chico, le regalaba un yo-yo. A Rosaura le gustaba más el yo-yo porque tenía chispas, pero eso no se lo contó a su madre. Capaz que le decía: “Y entonces, ¿por qué no le pedís el yo-yo, pedazo de sonsa”.¬ Era así su madre. Rosaura no tenía ganas de explicarle que le daba vergüenza ser la única distinta. En cambio le dijo:
-Yo fui la mejor de la fiesta.
Y no habló más porque la señora Inés acababa de entrar en el hall con una bolsa celeste y una bolsa rosa.
Primero se acercó al gordito, le dio un yo-yo que había sacado de la bolsa celeste, y el gordito se fue con su mamá. Después se acercó a la de trenzas, le dio una pulsera que había sacado de la bolsa rosa, y la de trenzas se fue con su mama.
Después se acercó a donde estaban ella y su madre. Tenía una sonrisa muy grande y eso le gustó a Rosaura. La señora Inés la miró, después miró a la madre, y dijo algo que a Rosaura la llenó de orgullo Dijo:
-Qué hija que se mandó, Herminia.
Por un momento, Rosaura pensó que a ella le iba a hacer los dos regalos: la pulsera y el yo-yo. Cuando la señora Inés inició el ademán de buscar algo, ella también inició el movimiento de adelantar el brazo. Pero no llegó a completar ese movimiento.
Porque la señora Inés no buscó nada en la bolsa celeste, ni buscó nada en la bolsa rosa. Buscó algo en su cartera.
En su mano aparecieron dos billetes.
-Esto te lo ganaste en buena ley-dijo, extendiendo la mano-. Gracias por todo, querida.
Ahora Rosaura tenía los brazos muy rígidos, pegados al cuerpo y sintió que la mano de su madre se apoyaba sobre su hombro. Instintivamente se apretó contra el cuerpo de su madre. Nada más. Salvo su mirada. Su mirada fría, fija en la cara de la señora Inés.
La señora Inés, inmóvil, seguía con la mano exten¬dida. Como sí no se animara a retirarla. Como si la perturbación más leve pudiera desbaratar este delicado equilibrio.

LILIANA HEKER
TRABAJO GRUPAL Nro 1

1. J¿Por qué creen que este cuento se llama LA FIESTA AJENA?
2. El narrador de esta historia tiene cierta particularidad ¿En qué consiste? Esta pregunta se relaciona con la siguiente.
3. ¿Qué cosas ustedes comprendían como lectores que aún no sabía la protagonista de la historia?
4. ¿Por qué Rosaura se siente mal?
5. Comparen este cuento con el leído al principio de la clase. ¿Qué cosas tiene ambas historias en común?
6. Los dos cuentos de Abelardo Castillo, y el cuento de Liliana Heker pertenecen a un sub género que se llama LITERATURA DE APRENDIZAJE qué características tiene ese tipo de literatura a partir de los tres textos leídos
7. De los tres cuentos cuál les resultó más interesante y por qué
EL TRABAJO PRÁCTICO DEBE ENTREGARSE HOY Y DESDE LUEGO VA CON NOTA..BUENA SUERTE EN SU PRIMER PRÁCTICO